Decir que no es una habilidad que nos facilita establecer nuestros límites personales, permitiendo que los demás conozcan lo que estamos o no dispuestos a hacer. Al ser una habilidad, se trata de un comportamiento aprendido, si bien es cierto que existen determinadas características de personalidad que pueden facilitarnos dicho aprendizaje. Así por ejemplo, los individuos extrovertidos a los que les gusta relacionarse con muchas personas suelen adquirir más fácilmente esta habilidad que aquellos que son introvertidos.
Pero, dejando a un lado las características de personalidad, ¿por qué nos cuesta tanto “decir no” a los demás? Algunos motivos pueden ser:
• Elevada deseabilidad social: en muchas ocasiones buscas complacer al otro, por lo que dices que sí o dejas violar sus propios derechos personales porque crees que es lo que se espera de ti.
• Facilidad para sucumbir a la presión de otra persona o grupo: como consecuencia de lo anterior acabas haciendo aquello que las otras personas desean. Por ello, la ausencia de esta habilidad es especialmente peligrosa en los adolescentes en lo que al consumo de drogas se refiere.
• Falta de asertividad: incapaz de expresar de manera adecuada aquello que piensas. Por ello, aunque creas que debes decir que no, no te atreves a hacerlo o, cuando lo haces, no resultas convincentes.
• Experiencias negativas previas: es posible que en algún momento hayas intentado decir que no, o establecer tus límites, y le hayas respondido de una manera inadecuada o hayan sufrido consecuencias negativas importantes. Por lo tanto, a partir de estas experiencias puedes aprender a “decir sí” para evitar las repercusiones que podría tener su negativa.
• Baja autoestima: en muchos casos es la causa (“no valgo nada como para negarme”), y en muchas otras también es una consecuencia, ya que las personas que no saben decir que no se sienten inferiores a los demás por no verse capaces de establecer límites respecto a ellos.
• Miedo al rechazo o a una evaluación negativa: es importante que los demás te acepten y no te evalúen negativamente. Crees que si se muestras de acuerdo con todo lo que el otro te propone tendrán menos posibilidades de ser rechazados y, por el contrario, serás “más queridos”, y se te aceptarán con facilidad.
• Temor a las consecuencias que imaginas que podría tener tu negativa. En algunas ocasiones no temes tanto el rechazo de los otros como el hecho de que tu negativa implique determinadas consecuencias; por ejemplo, un despido.
Consecuencias de no saber decir no
Es cierto que decir que sí y hacer lo que los otros desean puede suponerte beneficios a corto plazo. Las personas que no establecen sus límites suelen parecer bastante complacientes de cara a los demás, y su trato es agradable. Sin embargo, el coste para ellos es muy alto, ya que a largo plazo sufren las consecuencias de no saber decir que no, que son:
• Sentimiento de inferioridad y baja autoestima.
• Problemas interpersonales por no dejar claro lo que realmente quieren. Esto confunde a las personas de su entorno, que desconocen sus auténticos sentimientos y deseos, y no saben bien qué es lo que deben hacer.
• Malestar emocional: es frecuente que experimenten elevados niveles de ansiedad, tristeza e irritabilidad.
• Sentimiento de soledad emocional: sienten que nadie les entiende.
• Explosiones de ira: pueden “estallar” por algo que realmente no es un problema debido a la acumulación previa del malestar que no han llegado a expresar.
• Sentimiento de insatisfacción, puesto que piensan que nunca se hace lo que ellos quieren.
• Autoreproches y sentimiento de culpa por no ser capaces de expresar sus deseos.
• Los demás abusan de ellos: la gente recurre a ellos en exceso porque “les acostumbran” a saber que siempre estarán ahí.
Aquí os dejo algún consejo para aprender..
Te doy algun consejo para que aprendas a decir que no y seas capaz de negarte a hacer todo aquello que no deseas:
• Pierde el miedo a lo que los demás puedan pensar: dentro de unos límites razonables, tú eres la primera persona que debe estar satisfecha con su conducta.
• Acepta la ansiedad como parte del proceso. Es normal que te pongas nervioso o te sientas incómodo a la hora de decir que no, pero no sucumbas a este malestar diciendo que sí y tratando de quitarte el problema de encima cuánto antes, porque así solo conseguirás diferir una situación indeseada, pero no resolverla.
• En relación a lo anterior, recuerda las consecuencias negativas que te puede acarrear aceptar, y que seguramente no se verán compensadas por el alivio emocional momentáneo que experimentarás si aceptas.
• Colócate frente a un espejo y entrena un estilo de comunicación asertivo; piensa en situaciones cotidianas en las que tengas que decir que no, y observa mentalmente tu comunicación no verbal, escuchando también tu lenguaje verbal. ¿Suena convincente?
• Haz una jerarquía de esas situaciones, y clasifícalas para analizar desde aquellas en las que más difícil te resulta negarte a lo que te piden, hasta aquellas en las que te cuesta menos decir que no, y comienza desde hoy mismo a dejar claro a los demás todo lo que no deseas hacer.
• Di que no sin dar demasiadas explicaciones; así ofrecerás menos argumentos a aquellos que te quieran convencer de lo contrario.
• Interioriza esta idea: “es posible que no hagas ni seas aquello que deseas, pero siempre tienes la opción de no hacer ni ser aquello que no quieres”, y ponla en práctica cada vez que te enfrentes a una situación en la que no desees hacer lo que te proponen.
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