¿Has tenido o tienes muchos problemas en tu vida?
¿Los resuelves bien y más o menos rápido?
¿Te preocupas mucho?...
¿Cuándo estás preocupado por algo, resuelves el problema con cierta facilidad y rapidez o la preocupación te mantiene angustiado durante un tiempo?
Los problemas y las preocupaciones son parte de la vida.
Todos tenemos y hemos tenido problemas y todos nos preocupamos en diferentes situaciones.
Sin embargo, nuestra forma de ser, nuestra actitud y nuestra manera de percibir el mundo que nos rodea, pueden aumentar o disminuir dichos problemas y preocupaciones y pueden determinar nuestra manera de manejarlos.
Casi siempre pensamos que problemas y preocupaciones van juntos.
Pero es importante separarlos y analizar cada uno de ellos, para poder ver:
•Qué sí es un problema y qué no lo es.
•Cuándo la solución del problema depende de nosotros y cuándo tenemos que aceptar que aunque nos afecta, nosotros no podemos hacer nada al respecto.
•Cuando la preocupación es necesaria, porque me lleva a analizar la situación y a actuar.
•Cuando es una preocupación innecesaria, que sólo me hace sufrir.
¿Qué es un problema?
Un problema es una situación que consideramos negativa y que queremos cambiar, pero que, de momento:
•No sabemos cómo llevar a cabo ese cambio,
•no nos sentimos capaces de lograrlo o
•no contamos con los elementos necesarios para hacerlo.
Una situación se convierte en un problema para nosotros, cuando nos molesta, no nos gusta, nos afecta de alguna manera, etc.
Si lo consideramos nuestro problema, por que nos afecta a nosotros, pensamos que podemos y/o debemos solucionarlo y esto no siempre es así.
Por ejemplo:
Imaginemos que tenemos un hijo que no quiere trabajar, un familiar que es alcohólico o que hay un pleito entre dos miembros de la familia.
Y supongamos que esa persona no vive con nosotros y no nos afecta directamente, pero sufrimos por lo que está sucediendo.
Lo único que nosotros podemos hacer, es hablar con esa persona o buscar una persona que tenga influencia y pueda hacerlo, pero si eso no funciona, nosotros no podemos solucionar el problema, porque nosotros no podemos cambiar a la persona u obligarla a cambiar, si ella no desea hacerlo.
¿Y qué pasa con la preocupación?
Generalmente cuando tenemos un problema, nos preocupamos.
Si esa preocupación dura poco tiempo y nos lleva a analizar la situación y a actuar, estamos hablando de una preocupación adecuada.
De hecho, podemos tener un problema y si estamos trabajando en la solución o buscando a la persona indicada para solucionarla, sabiendo que la vamos a encontrar, no necesitamos preocuparnos.
La preocupación generalmente está basada en un pronóstico negativo, que alimentamos con pensamientos pesimistas repetitivos.
Podemos volvernos preocupones por diferentes motivos:
•Lo aprendemos de niños, viendo a nuestros padres u otros adultos importantes para nosotros,
•cuando somos pesimistas, porque siempre pensamos en lo negativo y por lo tanto, esperamos que las consecuencias de cualquier situación sean negativas,
•se vuelve un hábito,
•la cultura lo refuerza, porque la gente cree, equivocadamente, que preocuparse mucho significa ser muy responsable o sensible ante los problemas,
•es una manera de evitar vivir en el presente o vernos a nosotros mismos, ya que nuestra atención está siempre enfocada en aspectos muy específicos, que nos angustian, pero que nos afectan menos que si "viéramos" otras cosas.
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