Por supuesto, el primer paso en la expresión de las
emociones cosiste en saber identificarlas correctamente. Si no sabes lo que
sientes, es muy posible que expreses esa emoción de manera inapropiada. Cuando
no tienes claro lo que sientes, hay dos cosas que pueden ayudarte: tu cuerpo y
tu conducta.
Tu
cuerpo. La mayoría de las emociones se
experimentan también en el cuerpo. Si observas tu cuerpo y prestas atención a
tus sensaciones corporales puedes darte cuenta de lo que estás sintiendo. No
obstante, hacer esto requiere práctica y conocimiento de tu propio cuerpo, pues
cada persona es diferente y experimenta sensaciones corporales diferentes ante
una misma emoción. Por tanto, estudia cómo reacciona tu cuerpo. Por ejemplo,
puedes reaccionar con contracturas musculares ante la ansiedad
o ante la ira,
o reaccionar con un nudo en el estómago o en la garganta cuando sientes miedo,
o con dolor de cabeza ante la frustración, mientras que otra persona reacciona
de formas diferentes. Por tanto, si te das cuenta de que tienes un nudo en el
estómago, pregúntate qué emoción lo puede estar generando y aprende cómo te
“habla” tu cuerpo.
Tu conducta.
Tu forma de comportarte es otra fuente importante de información. Por
ejemplo, si cada vez que estás con una persona determinada sientes frustración
con frecuencia y te molesta casi todo lo que hace o dice, aunque sean pequeñas
cosas, es posible que estés sintiendo resentimiento o enfado hacia esa persona
desde hace tiempo. Por tanto, observa tu conducta y trata de sacar conclusiones
acerca de la emoción que las puede estar provocando.
Puedes recurrir a otra herramienta como poner por escrito
lo que sientes, aunque nadie lea lo que has escrito, como un modo de sentirte
mejor al expresarte y aclarar tus ideas.
Por tanto, los pasos podrían ser los
siguientes:
1. identifica lo que sientes. Es decir, ponle nombre a la emoción o emociones que
estás sintiendo.
2. Identifica la causa. Pregúntate: ¿por qué me siento así?
3.
Analiza tus pensamientos.
Los pensamientos ejercen también una influencia en tus emociones. Si piensas
que tu compañero de trabajo trata de hacerte daño a propósito sentirás ira,
mientras que si piensas que simplemente te está perjudicando por su propia
ignorancia puedes sentir algo diferente. Por tanto, si tienes en cuenta tus
pensamientos, sabrás cuándo necesitas verificarlos. Siguiendo el ejemplo
anterior, te sería de gran ayuda intentar descubrir si lo que piensas (por
ejemplo, que tu compañero lo hace a propósito) es cierto o te estás equivocando
al pensar así. Pensar del modo correcto puede ahorrarte sentir una ira
innecesaria.
4.
Piensa cuál es el mejor modo de expresar tus sentimientos (palabras, conductas, arte…).
A veces puedes necesitar expresarlos de varias formas diferentes al mismo
tiempo. Pregúntate qué crees que pasará al expresarlo de un modo u otro, es
decir, cuáles crees que serán las consecuencias.
5. Pregúntate qué pretendes conseguir al expresar una emoción determinada. Por ejemplo:
sentirte mejor, aclarar lo que sientes porque no lo tienes claro, mostrar
afecto o agradecimiento, resolver un problema con otra persona… Esto te ayudará
a encontrar el modo más adecuado de expresarlas.
6. Regula la intensidad de tus emociones. No es lo mismo expresar tu enfado gritando y
amenazando que expresarlo hablando de un modo algo severo pero con calma y una
intensidad apropiada. Si crees que al expresar una determinada emoción no vas a
poder controlarte, puedes hacer varias cosas: una consiste en ensayar primero
estando a solas, y otra consiste en buscar un modo alternativo de expresarla.
Por ejemplo, si piensas que vas sentir una ira exagerada al hablar con alguien
de algo que te ha molestado, puedes optar por expresarlo por escrito primero.
Esa carta puedes usarla para dársela a esa persona o solo para ti, como un modo
de controlar la intensidad de la ira y prepararte para poder expresar
directamente lo que sientes sin tener un estallido.
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