Al sentarnos a la mesa cada noche, ¿recogemos la
cosecha de amigos, familia y prosperidad que hemos acumulado a lo largo de
nuestras vidas? ¿Somos conscientes de nuestra buena fortuna o la subestimamos?
William Arthur Ward dijo que "sentir gratitud y no expresarla, es
como empacar un regalo y no darlo." Nuestros corazones son sabios y tienen
la capacidad de disfrutar inmediatamente, sin embargo nuestra mente es
obstinada y no siempre se centra en lo positivo robándonos el disfrute de ser
conscientes de nuestras bendiciones.
Hagamos entonces el esfuerzo de reconocer la fortuna
que nos sonríe. Gracias por tener comida sobre la mesa, gracias por compartir
con nuestros seres amados, gracias por tener el tiempo de reunirnos, gracias
por ser libres y estar a salvo, gracias por tener amigos y familia que nos
apoyan y acompañan, gracias por nuestras mascotas que nos roban sonrisas…
gracias, gracias, gracias. Más allá de una oración de agradecimiento de rutina,
identifiquemos en nuestra vida aquello de lo cual podemos sentirnos
agradecidos.
Poniendo
en práctica la gratitud
Un buen ejercicio es el de pensar en algo positivo
inmediatamente después de que algo desagradable pero no tan grave ocurre. Algo
tan básico ayuda a guardar la perspectiva y reducir
los niveles de estrés considerablemente. Es cambiar el
énfasis de lo que falta, a lo que abunda y sorprenderse uno mismo de que sí,
siempre hay algo bueno en nuestras vidas.
Terminar el día con un repaso mental de todo lo bueno
que sucedió, incluso cosas que damos por sentadas como comer, respirar, poder
ver y caminar y reír, también nos da nuevas perspectivas.
¿Está haciendo frío? Gracias por tener abrigo. ¿Nos
tocó trabajar doble turno? Gracias por tener trabajo y por el ingreso
adicional.
Si practicamos, nos damos cuenta de que siempre hay
algo que agradecer y apreciar en nuestras vidas, y esto nos ayuda
a manejar los ratos no tan agradables con mucha más calma y seguridad.
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