Todo lo que sentimos está dentro de nosotros, todo cuanto sucede
dentro de nosotros es realmente nuestra única y verdadera responsabilidad. En
cualquier situación y circunstancia, detenernos a observar lo que estamos
sintiendo y hacernos cargo, expande nuestra consciencia.
Nos defendemos y contraatacamos porque no nos damos cuenta de
que eso que estamos sintiendo es nuestra responsabilidad y no la de otro, ni la
del mundo.
El mundo es como es, y es básicamente dual, es una ley
universal. Siempre hay y habrá lo que nos guste y lo que no, lo que nos haga
sonreír y lo que nos haga llorar. Pero reír o llorar no es el punto importante,
lo importante es que nosotros podemos ir más allá de esa dualidad; lo
importante es que seamos capaces de disfrutar de la risa y también del llanto,
y aprender a soltar.
Aunque nos esforcemos de mil maneras, NO tenemos el control
sobre los sucesos de la vida, y esto es lo que tenemos que comprender para
comenzar a dar el gran paso hacia a liberación del sufrimiento. La resistencia
al dolor, aferrarnos a lo que queremos y rechazar lo que no queremos es la gran
cárcel del alma humana.
Lo que se mueve dentro nos está indicando algo y es allí donde
debemos poner la atención, en lo que estamos sintiendo, NO en lo que lo detona.
Detenerse a sentir de forma consciente lo que cualquier situación provoca en
nuestro interior, sin dejar que se nos escape, sin juzgarlo ni condenarlo,
sino, por el contrario, aceptando lo que está sucediendo dentro, y con disposición
de soltar, es realmente una actitud inteligente; es avanzar hacia la libertad.
No podemos seguir culpabilizando a los demás de nuestros
sentimientos de frustración, de ira, de tristeza; es un gran error. Nosotros
tampoco somos culpables, pero sí somos RESPONSABLES. No es afuera hacia donde
debemos mirar, es siempre hacia dentro, y es increíble lo que descubrimos
cuando hacemos ese cambio en la observación.
Si alguien hace o dice algo que te hiere o te molesta, observa
lo que eso produce dentro de ti, con toda seguridad no es un sentimiento nuevo,
y se va a repetir hasta que lo sanes; los detonantes pueden ser distintos pero
siempre duele la misma vieja herida. Cuando eso suceda detente, escanea tu
cuerpo de pies a cabeza, observa dónde se produce la tensión, reconócelo, no
pretendas fingir que no está, sé humilde, permítete ser vulnerable y siente las
sensaciones, son solo sensaciones... Respira profundo y envía amor allí donde
se produjo la contracción, acepta y suelta; y verás como te liberas. Es muy
simple, solo debes poner la intención y sonreír de corazón.
Observa como tu atención puede quedarse atrapada y tu energía
bloqueada durante horas, días, meses, incluso años en una situación, o con una
persona que solo existe en tu cabeza. Ya fue, ya pasó, y te sigue afectando
porque no lo has soltado; y solo puedes resolverlo dentro de ti.
Cuando te enganchas y empiezas a responsabilizar al otro de lo
que sientes, ya eres esclavo del otro. Somos millones de personas en el mundo,
no podemos pretender, ni suponer cómo debe proceder la gente, simplemente ellos
son ellos, cada uno es un mundo, como tú eres un mundo.
Imagínate tener que amoldarte a las creencias y preferencias de
todas las personas a tu alrededor, ¡es una locura!, es simplemente imposible;
además es absolutamente innecesario. Sin darte cuenta estás derrochando tu
energía vital intentado complacer a los demás para ganarte su aprobación, y
como nunca lo consigues, entonces les pasas factura culpabilizándolos por tu
infelicidad, pero el lío solo está en tu cabeza, ellos ni se enteran, porque
están tan ocupados en sus cabezas con su propio lío personal... es una cadena
de locura, tú decides si te enganchas o te sueltas.
Mi única responsabilidad es lo que YO SOY, lo que ocurre en mi
pedacito de tierra, mi cuerpo. ¿Que ocurre aquí dentro? Esta es la pregunta
clave. Cuando yo me libero de los demás, los libero a todos de tener que ser de
determinada manera, yo soy libre de ser yo mismo, y podemos ser todos libres y
responsables de lo que sentimos, entonces se acaba la guerra.
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